Los parques públicos 
han evolucionado al ritmo de la sociedad que los disfruta, muchos hemos jugado en instalaciones públicas, muchos en aquella época en que los columpios que se usaban serían considerados hoy armas de destrucción masiva , de hierro, con perfiles, el suelo de gravilla y una interminable lista de potenciales peligros que hoy provocarían espanto entre progenitores y algún que otro desmayo.En el lado opuesto y las zonas soleadas solían estar los ancianos, paseando al sol, sentados en los bancos con sus tertulias o contemplando las palomas picotear las galletas del barquillero. Luego llegaron las zonas de juegos seguras, alguna mesa de pinpon, toboganes helicoidales y artilugios que hacían a más de un padre pensárselo dos veces antes de depositar a su retoño en ellos. Se empezaron a incluir zonas para skateboard, las U de hormigón, y se les concedió a los ancianos, que para entonces ya era tercera edad, las pistas de petanca, y variantes locales como rana, llave y demás. No hace tanto que se dio una vuelta de tuerca más y las zonas infantiles ya pasaron a ser seguras cual embajada en tiempo de conflicto, se instalaron circuitos de ejercicios aeróbicos para los amantes del joggin, pistas finlandesas,aulas virtuales de naturaleza y por fin y ante la lógica demográfica, nuestro país envejece, ya podemos contemplar en muchas ciudades ( ver ,ver, ver ,ver ),zonas con aparatos de gimnasia diseñados específicamente para personas mayores, ampliando la antigua oferta de petanca, paseo o vigilancia de nietos. Ahora solo falta que algunos descubran el uso de la papelera y que estas Navidades se regalen muchos manuales del «Civilizado propietario de perro en entorno urbano» para situarnos en nivel de comodidad y urbanidad propios de un país avanzado.
