Leo hoy en el diario 20minutos que en Bilbao la asociación ecologista Ekologistak Martxan denuncia el empleo de métodos de jardinería de alto coste por parte del ayuntamiento. ( ver la noticia ). La protesta se centra en el uso de flores de pascua en los parterres de la ciudad, que debido a las bajas temperaturas murieron o perdieron su porte y debieron ser sustituidas en masa, con el coste económico que ello supone. Acusan al Ayuntamiento de no observar criterios técnicos a la hora de decidir que especies ornamentales utilizar y aquí se abre el gran debate sobre la jardinería pública. A poco que caminemos por calles y parques municipales podemos observar especies, plantaciones, mobiliario, adornos o simplemente ubicaciones que no son las adecuadas, o cuyo coste se nos antoja un desperdicio, no es lo mismo invertir en una secuoya que nos sobrevivirá a todos, que un gasto desproporcionado en ciclámenes. ¿Qué ocurre, cómo conjugar estos factores? Pues es complejo, pero la ornamentación de los jardines y eventos municipales suelen ser la fuente de ingresos de viveristas y paisajistas, de modo que si un político decide invertir una cantidad elevada de dinero en algo técnicamente «poco viable» o muy espectacular ( hace años la moda de trasplantar grandes palmeras llenó las calles de grúas y fotógrafos para deleite de los concejales de turno), será difícil que el criterio de un técnico, o la prudencia y la lógica de la botánica se impongan, pasando los jardineros a ser meros operarios que «colocan» lo que se les ordena. Parte de la jardinería se comporta como el negocio de la construcción, con sus mega estrellas, y en las decisiones técnicas por desgracia cada vez interviene menos técnicos, y más decoradores, cuñados, empresarios de otros sectores e influencias de ciudades que por una u otra razón se ponen de moda. Hay que conjugar ambas necesidades, negocio y medioambiente, pero dado que tenemos una enorme querencia por lo espectacular me temo que cada día veremos más barbaridades y menos actuaciones responsables.